domingo, 27 de junio de 2010

Nada como las cosas claras

Nada le para, siempre sigue adelante, no se rinde ante ninguna situación, todas las adversidades son insuficientes para conseguir abatirle, todos los medios son pocos para derrumbar el espíritu de un viajero.
Un complicado camino a recorrer, simple y pesado para algunos, gran placer para otros.
Desde el cielo, pasando por el mar, y llegando a la tierra, ninguno es obstáculo, para la ambición del saber, el saber de costumbres, de tradiciones,  de relaciones, de situaciones, de comunicaciones…   a cada cuál más complicado y enrevesado.
Alguien me dijo una vez, que el saber, requiere de tiempo, un tiempo poco determinado, y muy dependiente de las situaciones testimoniando de esta manera: “para saber tocar un instrumento o hacer un deporte “bien” debes practicarlo y mejorarlo durante diez años”. Correcto. Sabias palabras, sobre las cuáles me voy a apoyar.

La experiencia me dice, que las buenas cosas se encuentran en el interior, en ese lugar donde sólo los conocedores y los que valoran lo mejor, se “meten”. Un buen ejemplo podrían ser las diferentes formas se hacer turismo. Entre ellas podemos encontrar mentalidades con abismales diferencias y puntos de vista, aunque el objetivo, conocer, sea similar. Y un lugar, se puede conocer, pasando por la calle del “turisteo”, en la que obtendrán una imagen diferente a la que en realidad proporciona el ambiente, o desviándose por la paralela, por esa por la que el grupo no va, por miedo a lo que se pueda encontrar, con miedo a descubrir, cosas con las que no quieren convivir. De ahí, que la impresión de un país, depende de por donde pases, por donde la busques, por donde la encuentres. Y en función de ello, será la que los lugareños quieran dar, o la que los lugareños den.

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Algo que no aprecio demasiado, son esas personas que actúan en medida de lo que va a pasar después, en lo que la gente piense de ellos, y la imagen con la que se queden. Esto podría ser la mejor de las virtudes, si no fuera porque el ser humano choca con sí mismo, y acaba variando la realidad, para crearse una realidad paralela, de forma,  que todas y cada una de estas personas tienen de algún modo, una “doble personalidad”; la que adoptan cuando están con los demás, siendo conocedores, y sabedores de grandes cosas, así como vividores de grandes y múltiples experiencias, y la que pueden tener con ellos mismos, la que vuelven a chocar con lo que saben y lo que o saben, con lo que han vivido y con lo que no. Al fin y al cabo, es una forma de “caos”.

Ya volviendo al hilo del alma del viajero,  surge la duda de cómo emprender un viaje, relajado, o nervioso. En dos días se puede visitar todo París, pero para “saber” algo de parís, haría falta impregnarse de su cultura al menos una semana. Yendo relajado, se afrontan mejor las seguras difíciles situaciones. Retrasos, pérdidas de objetos importantes, colisión entre dos lenguas completamente diferentes…

El pasaporte pesa, cada vez más, cada vez más kilómetros, cada vez más mundo, cada vez más sellos, cada vez más visados, cada vez más…  Pero al fin y al cabo, que representa cada sello, cada visado, cada fecha, cada vuelo… Algo que permite ver situaciones, desde más perspectivas y puntos de vista, pero saber elegir la correcta. Cada vez más, y más, y más…  cultura y saber, algo sin precio adjudicado.

PD: espero haber transmitido mi punto de vista ““como dios manda””  y os invito a que visitéis de forma “dentro” los lugares, y en especial, en el que yo me encuentro, mi querida África.

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